Cuando solo hace unas semanas escribía mi última entrada y en ella anunciaba que no volvería a escribir sobre el Nantucket hasta que estuviera terminado, poco me imaginaba que no lo haría durante casi cuatro meses. Si tengo que explicar ahora porque... no podría decirlo ya que, objetivamente, no me ha sucedido nada por lo que tuviera que alejarme de este mundo virtual.
De hecho, tras un fin de año muy difícil donde seguí publicando, enero y los meses que le siguieron fueron bastante tranquilos. Por lo que si he de achacarlo a algo, probablemente deba hacerlo a la simple desidia. Con mayúsculas. Pero, como dije que cuando acabase el Nantucket lo enseñaría, aquí estoy. Enseñándolo.
Que no se diga que no cumplo.
Todo este tiempo transcurrido lo he dedicado a tirar trastos, llevar a cabo mi primer proyecto de restauración de muebles (nada impresionante pero muy trabajoso) leer libros nuevos y acabar alguno que se había atascado, mimar a los míos y tomar alguna decisión vital. Y cuando escribo vital no me refiero a temas de gravedad capital, sino a esos propósitos que afectan a tu vida y que, a veces, se posponen o arrinconan sin saber porque. Han sido varios, pero contarlos todos sería farragoso.
Dejémoslo en que no me voy a hacer un tatuaje y que voy a beber más té. Solo.
Aviva el fuego y cierra las ventanas,
Corre las cortinas, dale la vuelta al sillón
y mientras el agua hierve, silva la tetera
lanzando su columna de vapor,
las tazas brindan sin embriagarse.
Nosotros recibamos la noche en paz.
The Task: the winter evening - William Cooper